Conoce de que trata el Trastorno Desintegrativo Infantil, cuáles son las principales características, causas y tratamientos de esta alteración psicológica que puede afectar a uno de cada 150 niños, particularmente más a niños que a niñas.
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Origen del Trastorno Desintegrativo Infantil (TDI)
Este trastorno fue definido por Theodore Heller en 1908, pero hasta hace poco fue reconocido ya que Heller utilizaba el término de “dementia infantilis” para describir este síndrome que se caracteriza por una aparición tardía en el desarrollo del niño, afectando significativamente el lenguaje, las habilidades cognitivas, comunicativas y motoras.
Características
El TDI forma parte del Trastorno del Espectro Autista (TEA), que a su vez engloba el autismo clásico, el síndrome de Asperger y el autismo atípico, pero con la diferencia de que el niño presenta un desarrollo normal durante sus dos primeros años de vida antes de presentarse una serie de retrasos en sus habilidades. Sin embargo, según estudios realizados este trastorno es poco común ya que se muestra entre 10 y 60 veces menos que el autismo.
En efecto, una vez que el niño a los dos años logra las habilidades propias de su edad, de forma repentina se observa un retraso y hasta la desaparición de sus habilidades del lenguaje (explícito o receptivo) y motoras, en la comunicación efectiva, en la conducta adaptativa, en el control de esfínteres y en la recreación propia del pequeño, expresándose con frecuencia entre los 3 años y los 10 años de edad del pequeño.
En algunos casos el retraso se da de forma gradual, ya sea que ocurra en varias semanas o meses, u ocurra de forma rápida en cuestión de días, provocando una alteración crónica en la cual el niño se vuelve dependiente totalmente de sus padres. Así mismo, lo definen como un tipo de demencia, porque produce en el niño alucinaciones o percepciones irreales.
Causas
Aún cuando no se conoce con exactitud la causa que provoca este trastorno, es importante saber, que existe sólo hipótesis de las posibles causas que lo origina. Por tanto, los especialistas la relacionan con condiciones genéticas, lesiones a nivel del sistema nervioso central, como pueden ser los trastornos convulsivos y la esclerosis tuberosa.
Así mismo, su causa puede deberse a factores clínicos estresantes como puede ser: una infección aguda (como el sarampión o la tos ferina) o factores estresantes a nivel social en la vida del niño, como el nacimiento de un hermano, separar el niño unos días por problema de salud de la madre que requiera ser hospitalizada, o una mudanza de casa, ciudad o país; aún cuando son hechos comunes en la vida de un cualquier niño, no todos se ven afectados de manera significativa.
Síntomas
Como ya conocemos puede comenzar a reflejarse entre los 3 o 4 años de edad, pero no aparecerá después de los 10 años; sin embargo puede afectar a adultos totalmente dependientes.
Por lo que el niño o niña se puede dar cuenta de que algo extraño está pasando sin que sus padres lo noten o sencillamente las alteraciones psicológicas aparecen sin avisar, provocando dificultades en la realización de tareas y actividades que el niño podía hacer solo sin la ayuda de otra persona y cuyo deterioro es cada vez más notable, acompañado de periodos de irritación y angustia por parte del niño, seguido de la ausencia del habla.
Estos podrías ser algunos de los síntomas más notables:
Déficit del desarrollo del habla: el niño presenta dificultad para decir lo que quiere y entender lo que las demás personas le dice, por ende no puede seguir instrucciones por muy sencillas que sean.
Cuando se pierde el habla de forma total, el niño pasa de emitir frases a no decir ninguna palabra, también se puede dar el caso, en la cual el niño repite de manera involuntaria las palabras, frases antes escuchadas de otras personas, de la radio o de la televisión.
Coordinación y destrezas motoras: se verá afectado la motricidad fina y gruesa, lo que traerá como consecuencia que el pequeño no pueda caminar, correr o agarrar un objeto. También puede reflejarse los movimientos repetitivos (balancear el cuerpo), el movimiento continuo de los dedos de la mano o cruzar las piernas.
Independencia: el niño se vuelve totalmente dependiente, no serán capaces de comer solo, de vestirse y de bañarse por sí mismo.
Control de esfínteres: el niño comienza a expulsar de manera repetida e involuntaria las heces o la orina (incontinencia urinaria).
Problemas de comunicación: el niño deja de relacionarse de manera efectiva con el resto de las personas, ya que deben utiliza señas, miradas y otras tácticas, adquiriendo conductas frías y distantes (niños retraídos) ante los demás, en fin, una conducta infantil y violenta.
Recreación: la forma de jugar ya no será la misma, el niño se inclinará por lo juegos más sencillos (causa y efecto) como cuando era un bebé, dejando en el pasado los juegos emblemáticos para él y por ende se le dificultará relacionarse con los demás niños.
Tratamiento
Es importante acotar que aún cuando no existe una cura que permita restituir de forma completa los daños causados por el TDI, los padres cuentan con la ayuda de especialistas que mediante un adecuado tratamiento y la detección temprana de estos síntomas, se puede mejorar la calidad de vida de los pequeños, aunque en algunos casos se vuelvan dependiente de sus padres o cuidadores toda su vida.
Suele tratarse similar al trastorno del autismo, teniendo en cuenta las características del tratamiento de la conducta, los cuidados a nivel neurológicos y el control médico; es por ello que se pudiera aplicar los siguientes tratamientos:
Terapia de conducta: con la participación activa de la familia y los maestros, estas terapias son efectivas en recuperar la comunicación con las demás personas y ayudan en el control de esfínteres mediante el uso de técnicas que desarrollen conductas positivas y de aprendizaje, además de técnicas que eliminen las conductas negativas convirtiendo al pequeño más autónomo y con buen ánimo.
Terapia de lenguaje: para ello el especialista implementará en el pequeño el uso de pictogramas, fotografías o símbolos en juegos de agrupación o de expresión que incluyan imágenes.
Fisioterapia y terapia ocupacional: ayuda al niño a reforzar el equilibrio y el movimiento con el aprendizaje de actividades que se llevan a cabo en la vida diaria.
Fármacos: cuando el niño demuestra conductas agresivas, de ansiedad y depresión, los especialistas con frecuencia prescriben el uso de antidepresivos y antipsicóticos, sólo cuando sea necesario, debido a los efectos secundarios que pudiera ocasionar.
Dietas especiales: esto se logra mediante un plan nutricional vigilado por expertos, con la aplicación de una dieta libre de gluten y de la proteína de la leche llamada caseína.
Medicina alternativa: no todas las terapias alternativas son beneficiosas para el niño, por lo que se recomienda antes de aplicarla consultar al médico que atiende a tu pequeño, ya que sin querer podrías fortalecer conductas negativas. Algunas de estas terapias beneficiosas para el niño, suelen ser: la música o el arte como terapia, los masajes, terapias sensoriales en donde se trabaje el tacto, la audición y el equilibrio; y por último el contacto con animales como caballos o delfines podría favorecer el estado de ánimo del pequeño.
Recomendaciones para padres
La información adecuada y el conocimiento de la enfermedad son herramientas claves para que ustedes como padres puedan afrontar este trastorno junto al pequeño, es por esto que se recomienda que la familia asista a terapias con apoyo de un psicólogo para poder admitir la no evolución del niño con el paso del tiempo.
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